viernes, 9 de enero de 2015

Vida y obra de Ramón María del Valle Inclán


Ramón María del Valle Inclán (1866-1936) nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra) y murió en Santiago de Compostela al comenzar la guerra civil. Su verdadero nombre era Ramón María de Valle Peña. Estuvo en México en su juventud como soldado y periodista.
Tras iniciar sus estudios universitarios de Derecho en Santiago de Compostela, decidió dedicarse a la literatura y abandonó la carrera para marcharse a Madrid en 1890, donde tomó contacto con los poetas modernistas y entabló amistad con Rubén Darío. En Madrid se distinguió por su extravagancia en el vestir, sus grandes gafas, largas melenas y prolongadas barbas de profeta. Su atuendo físico le valió el calificativo de “la mejor máscara a pie que cruzaba la calle Alcalá”.

Sus gestos desmesurados, su exagerada imaginación y su terrible mordacidad le dieron la fama de hombre novelesco y extravagante. Se erigió en la figura típica de la bohemia madrileña de primeros del siglo XX. Un rasgo de su carácter fue su gran afán de fama y de gloria, que le llevó a presentar acontecimientos de la vida diaria de una forma tan extraordinaria que parecían historias fantásticas.

Buena parte de su tiempo lo pasaba en las tertulias literarias de los cafés madrileños. Dos tertulias se habían formado entonces en Madrid: una presidida por Jacinto Benavente y Valle-Inclán y la otra por Pío Baroja y Azorín, polarizándose así las dos corrientes literarias del modernismo y de la generación del 98.

Por su carácter riguroso y vehemente se hizo incómodo durante los años de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, al que convirtió en blanco de todo tipo de burlas, por lo que fue detenido en 1929. Son numerosas las anécdotas sobre sus respuestas y salidas de tono en tertulias y discusiones.

En sus últimos años, comienza a rehumanizar su obra y el triunfo de la Segunda República en 1931 le dio un respiro desde el punto de vista político. Así fue nombrado en 1931 Conservador General del Patrimonio Artístico y después director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma, cargo que desempeñó hasta 1934. Se retiró por motivos de salud a Santiago de Compostela hasta su fallecimiento en 1936.

Su obra, que había comenzado en la estela modernista de Rubén Darío, fue evolucionando hacia una estética de deformación de lo bello y sensual mediante la técnica del esperpento como método para distorsionar de forma extrema la realidad y mostrar el absurdo de toda realidad social. Con la técnica del esperpento, Valle-Inclán logra darnos un retrato moral de una sociedad deformada por la hipocresía, en la que los valores defendidos por las clases conservadores sólo encubren una brutalidad primitiva y la formulación de la técnica del esperpento apareció en la primera edición de Luces de Bohemia (1920) y supuso la asunción declarada de la deformación como medio expresivo, algo que Valle llevaba practicando desde hacía varios años.

Valle comienza siendo uno de los mayores artistas modernistas, pero supera pronto esta primera etapa para crear un nuevo estilo literario que le permitiera ver la tragedia de la vida de forma más humorística y grotesca.

Estilo modernista de la primera época:

Estilo modernista puro, preocupación formal, arte por el arte, color y musicalidad. Prosa refinada y preciosista, de gran musicalidad. Crea un mundo decadente, señorial y arcaico, donde el recuerdo nostálgico ocupa un lugar primordial. Es el estilo de sus poesías Aromas de leyenda (1907) y el de sus cuatro Sonatas (1902-1905).

Estilo de la segunda época:

Valle empieza a apartarse del modernismo y sus temas y estilo se parecen cada vez más a los de la generación del 98. Deja las formas decorativas modernistas, la melancolía decadente y la nostalgia, pasando a un humor desgarrado con colorido chillón. Ahora Valle ve la aburguesada aristocracia del XIX con picaresca mirada. Para satirizar de forma caricaturesca y desgarrada la realidad nacional, crea un nuevo estilo que culmina en su creación personal: el esperpento.

La técnica del esperpento

Según el Diccionario de la Real Academia (DRAE):
«esperpento (de origen incierto): Hecho grotesco o desatinado. Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán, escritor español de la generación del 98, en el que se deforma la realidad, recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado. Persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza.» [DRAE]

El esperpento como técnica literaria se caracteriza por buscar una deformación sistemática de la realidad, intensificando sus rasgos grotescos y absurdos, y por una degradación de los valores literarios consagrados.

En Luces de Bohemia, Valle-Inclán compara la estética del esperpento con el efecto deformador de la imagen que producen los espejos cóncavos del Callejón del Gato en Madrid.

Valle describe tres formas de enfrentarse a los propios personajes:
a)  desde abajo, mirándolos como héroes sobrehumanos como en la tragedia griega;
b)  de frente, mirando a los personajes como a semejantes al modo de la novela del siglo XIX o de los obras dramáticas de Shakespeare;
c)  desde arriba, desde la perspectiva del titiritero que mira a sus muñecos, mirada que para Valle era la más española, era la mirada de Cervantes sobre Don Quijote, la de Quevedo sobre el Buscón y la de Goya en sus Disparates.

Luces de Bohemia (1920) fue la primera obra que Valle-Inclán calificó de esperpento. A esta obra seguirán Los cuernos de Don Friolera (1921), Las Galas del Difunto (de 1926, titulada El Terno del difunto en su primera edición) y La Hija del Capitán (1927), que fueron publicadas de nuevo juntas en 1930 bajo el título de Martes de Carnaval.

Según Valle-Inclán: “Los héroes clásicos reflejados en espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada. España es una deformación grotesca de la civilización europea. Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas, pero la deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Trasformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas, tal es mi estética actual. Deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.”

El esperpento no es tanto un nuevo género literario como de un nuevo criterio estético: la única forma de presentar una realidad es distorsionándola sistemáticamente para mostrar sus aspectos más grotescos y absurdos, obligando así al espectador a adoptar una nueva postura ante el mundo que le rodea. Es la distorsión de la imagen que produce un espejo cóncavo.

Los personajes de la serie esperpéntica son gentes marginadas, oscuras, deformes, que poseen, sin embargo, la lucidez del bufón.

El esperpento está en el centro entre dos extremos: la tragedia y el disparate.


La obra de Valle-Inclán

Su producción literaria es muy amplia y compleja, porque si bien tocó casi todos los géneros, nunca se ciñó a sus normas, y rechazó la novela y el teatro tradicionales. Estéticamente siguió dos líneas: una, poética y estilizada, influida por el simbolismo y el decadentismo, que lo inscribió entre los modernistas; la otra es la del esperpento (que predominó en la segunda mitad de su obra), con una visión amarga y distorsionada de la realidad, que lo convierte, en palabras de Pedro Salinas, en "hijo pródigo del 98".

Entre 1902 y 1905, publicó las Sonatas, su primera gran obra de narrativa y la mayor aportación española al modernismo. La unidad de estas cuatro novelas recae en el personaje del Marqués de Bradomín, una irónica recreación de la figura de don Juan, convertido en "feo, católico y sentimental". En Flor de santidad (1904), que sigue en la misma línea estética, aparece por primera vez un tema en el que abundó a lo largo de su carrera: la recreación mítica de una Galicia rural, arcaica y legendaria.

En sus tres novelas de la guerra carlista, Los cruzados de la causa (1908), El resplandor de la hoguera (1909) y Gerifaltes de antaño (1909), su estilo se simplificó al despojarse de los adornos modernistas. Por su profundización en los sentimientos individuales y colectivos, la trilogía anticipó sus mejores obras posteriores. Tirano Banderas (1926) es su novela más innovadora y se puede considerar como el primer exponente del esperpento valleinclanesco. Su argumento es la crónica de un dictador hispanoamericano, analizado como la fatal herencia que España transmitió a América. No hay linealidad temporal, sino una serie de cuadros que dan una visión simultánea de los acontecimientos que acaecen en tres días.

Su obra narrativa se completó con El ruedo ibérico, un ciclo novelesco cuyo objetivo era abarcar, en forma de novela, la historia de España desde la caída de Isabel II hasta la ascensión al trono de Alfonso XII. La muerte truncó este ambicioso proyecto, del que sólo vieron la luz La corte de los milagros (1927), Viva mi dueño (1928) y la incompleta Baza de espadas (1932). También aquí rompió la sucesión temporal y la narración se asentó en cuadros, a veces muy breves, discontinuos e independientes, cuya única conexión es el contexto histórico. El lenguaje, proveniente del mundo de los toros y el teatro, con diversos registros idiomáticos que van desde lo refinado a lo chabacano, acentuó lo grotesco de la realidad que describió.

El teatro

La obra dramática de Valle-Inclán es probablemente la más original y revolucionaria de todo el teatro español del siglo XX, al romper las convenciones del género. En palabras de su autor: "Yo escribo en forma escénica, dialogada, casi siempre. Pero no me preocupa que las obras puedan ser o no representadas más adelante. Escribo de esta manera porque me gusta mucho, porque me parece que es la forma literaria mejor, más serena y más impasible de conducir la acción". Se inició con Cenizas (1899) y El marqués de Bradomín (1906), adaptaciones de dos de sus relatos. Todavía inscritas en el estilo decimonónico teatral, manifestaron sin embargo rasgos muy personales, como el gusto por el tema de la muerte, el pecado y la mujer, y la importancia de lo plástico en las acotaciones escénicas.


Las Comedias bárbaras, una trilogía compuesta por Águila de Blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922), constituyeron la primera gran realización dramática valleinclanesca. En abierta ruptura con el teatro de la época tienen como tema una Galicia feudal y mágica cuyo desmoronamiento se simbolizó en la degeneración del linaje de los Montenegro. Retomó la mítica gallega con El embrujado (1913) y Divinas palabras (1920), y utilizó como protagonistas a personajes populares y marginados. Sus obras más abiertamente modernistas son Cuento de abril (1909), Voces de gesta (1912) y La marquesa Rosalinda (1913), aunque en ellas hay elementos que presagian el cambio de su teatro, como la visión irónica y casi esperpéntica de una España ruda y provinciana que contrasta con la cosmopolita y refinada Francia.

Valle-Inclán dio el nombre de esperpentos a cuatro obras: Luces de bohemia (1920), Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927), estas tres últimas agrupadas en el volumen Martes de carnaval (1930). El autor puso en boca del protagonista de Luces de bohemia, Max Estrella, la explicación a la necesidad de crear un nuevo género escénico: la tragedia clásica no podía reflejar la realidad española, porque ésta se había convertido en "una deformación grotesca de la civilización europea". El esperpento fue, pues, para Valle-Inclán una moderna concepción de la tragedia.


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