domingo, 25 de enero de 2015

Humorismo de Luigi Pirandello, una ojeada a "Seis personajes en busca de un autor"

En la obra, hay una insistencia notoria, no solo en el prefacio y el prólogo, sino a lo largo de la pieza, con la necesidad de estos seis personajes de conseguir un autor que represente la tragedia que vivía cada uno, y de esta manera "cobrar vda": ya habían nacido vivos y querían vivir en cuanto a su esencia, en vivir como personajes, prepararlos y representarlos. Esto se puede apreciar en las palabras que expresa El Padre hacia El Director:

"(...) Porque quien ha tenido la suerte de nacer como personaje vivo, puede reirse incluso de la muerte. ¡No morirá jamás! Y para vivir eternamente ni siquiera necesita de dotes extraordinarios o realizar prodigios. ¿Quién era Sancho Panza? ¿Quién era Don Abundio? Y, sin embargo, son eternos, porque ¡tuvieron la suerte de encontrar matriz fecunda, una fantasía que supo nutrirlos y desarrollarlos, darles vida eterna!" 

De esta manera se ejemplifica dicho interés por la familia en conseguir a alguien que los haga vivir, por medio del arte representado en escena. Bajo la notoria influencia de Cervantes -tomando a Don Quijote como arquetipo-, Pirandello trata a sus personajes como entes vivos e independientes a la literatura.

Pirandello toma como arquetipo la gran obra de Cervantes ya que Don Quijote se ajusta como un guante a su concepto de humor: la oposición de los ideales quijotescos a las prácticas del mundo real producen una oposición hilarante, pero que se vuelve trágica tras la reflexión profunda que implica hacerse consciente de que vivimos en una sociedad putrefacta en donde la práctica de los supuestos valores es objeto de burla. Esto, en resumen es la visión pesimista que caracteriza el humorismo 


EL DIRECTOR. Está bien, está bien. ¿A qué quiere llegar con eso?

EL PADRE. A nada, señor. Sólo a demostrar que se nace a la vida de diferentes maneras, y en

muchas formas: árbol o piedra, agua o mariposa... o mujer. ¡Y que también se nace como un

personaje!

EL DIRECTOR. (Con un fingido e irónico estupor.) Y usted, junto a quienes lo acompañan,

¿han nacido como personajes?

EL PADRE. Exacto, señor. Y vivos, como puede comprobarlo.

El DIRECTOR y los ACTORES se ríen a carcajadas, como si se burlaran.

EL PADRE. (Herido.) Me apena que se burlen así, porque llevamos en nosotros, repito, un

drama doloroso, como los señores pueden deducir al ver a esta mujer vestida de luto.



O en esta



LA HIJASTRA. (Colocándose frente al DIRECTOR, risueña, zalamera.) Puede creer, señor,

que somos de verdad seis personajes interesantísimos. Lamentablemente frustrados.

EL PADRE. (Apañándola.) ¡Sí, frustrados, eso es! (Al DIRECTOR, de inmediato.) En el sentido,

claro está, de que el autor que nos dio vida, después no quiso o no pudo materialmente introducirnos

en el mundo del arte. Y de verdad que fue un delito, señor, porque quien ha tenido la

suerte de nacer como personaje vivo, puede reírse incluso de la muerte. ¡No morirá jamás! Y

para vivir eternamente ni siquiera necesita de dotes extraordinarias o realizar prodigios. ¿Quién

era Sancho Panza? ¿Quién era don Abundio? Y, sin embargo, son eternos, porque —semillas

vivientes— ¡tuvieron la suerte de encontrar una matriz fecunda, una fantasía que supo nutrirlos y desarrollarlos, darles vida eterna!

EL DIRECTOR. ¡Todo lo que dice está bien! Pero ¿qué quieren aquí?

EL PADRE. ¡Queremos vivir, señor!

EL DIRECTOR. (Irónico.) ¿Por toda la eternidad?

EL PADRE. No, señor. Por lo menos un momento, a través de ustedes.

UN ACTOR. ¡Qué ocurrencia!

LA PRIMERA ACTRIZ. ¡Quieren vivir en nosotros!

EL ACTOR JOVEN. (Señalando a la HIJASTRA) Por mí no hay problema, si a mí me toca ella.



Estos fragmentos resultan ser los más representativas entre el tono cómico que es ver a uno personajes intentando buscar su lugar en una obra teatral dentro de una obra teatral y la parte trágica que es la frustración de ellos de que no son tomados en serio y son objeto de burla entre el director y los actores. Como dice en el ensayo Quijote – Pirandello: Pirandello relata en El humorismo que si bien nos reímos con las desgracias del caballero andante acto seguido pasamos a considerar el sentimiento del contrario y la imagen de Don Quijote se vuelve trágica. Por ende, la locura es una característica fundamental en la obra de Pirandello, ya que es a representación viviente del desajuste entre la realidad y el ideal

Toda esta estructura está diseñada para demostrar que el mundo está lleno de máscaras vacías, máscaras tras las cuales no se esconde ninguna verdad. La labor del humorista es, entonces destruir las máscaras, mas no revelar ninguna verdad novedosa, puesto que es consciente de la imperfección de la realidad. En sus propias palabras: "el humorista no reconoce al héroe, sólo reconoce el ideal, sabe que es la leyenda, que ésta no es más que forma, composición y que el papel del anti-héroe es descomponer, desenmascarar, pero no construir"

Pirandello, siguiendo el ejemplo de Cervantes, toma la realidad es una masa moldeable al antojo de la fantasía. Realidad e imaginación e funden en una línea, en un mismo plano para plasmar en una imagen lo difícil que es separarlas; donde poco importa diferenciar personajes de actores, porque a fin de cuentas están igual de vivos. 


EL DIRECTOR. ¡Nada! Por ahora sólo quédense mirando y escuchando. Después cada uno

tendrá su parte debidamente escrita. Ahora haremos un ensayo, como salga. ¡Lo harán ellos!

(Señalará a los PERSONAJES)

EL PADRE. (Como sorprendido en medio de la confusión del escenario.) ¿Nosotros? ¿Cómo

es eso de un ensayo?

EL DIRECTOR. Un ensayo. ¡Un ensayo para ellos! (Señalará a los ACTORES)
EL PADRE. Pero si los personajes somos nosotros...
EL DIRECTOR. Está bien, ustedes son «los personajes» Pero aquí, estimado amigo, no actúan
los personajes. Aquí actúan los actores. Los personajes están allí, en el guión (señalará al foso
del APUNTADOR), ¡cuando haya un guión!
EL PADRE. ¡Por eso mismo! Ya que no lo hay y tienen la suerte de tener vivos a los personajes
delante de ustedes...
EL DIRECTOR. ¡Genial! ¿Quieren entonces hacerlo todo ustedes? ¿Actuar y presentarse por
sí solos delante del público?
EL PADRE. Claro, tal y como somos.
EL DIRECTOR, ¡Ah! ¡Le aseguro que harían un bonito espectáculo!
EL PRIMER ACTOR. ¿Entonces qué estamos haciendo nosotros aquí?
EL DIRECTOR. ¡No imaginarán acaso que ustedes van a representar los papeles! Si ustedes
dan risa... (Los ACTORES, en efecto, reirán.) ¡Ahí lo tiene, mire, se ríen! (Recordando.) ¡A
propósito! Será necesario asignar los papeles. Es fácil. Ya están asignados por sí mismos (a la
SEGUNDA ACTRIZ): Usted, señora, será la Madre. (Al PADRE) Habrá que darle un nombre.
EL PADRE. Amalia, señor.
EL DIRECTOR. Pero es el nombre de su esposa. ¡No querrá que la llamen con su verdadero
nombre!
EL PADRE. ¿Y por qué no? Se llama así. Aunque, claro, si tiene que representarlo la señora...
(Apenas señalará con la mano a la SEGUNDA ACTRIZ) Yo la miro a ella (señalará a la
MADRE) como Amalia, señor. Pero haga usted lo que... (Se turbará cada vez más.) No sé qué
decirle... Empiezo... No lo sé, empiezo a sentir falsas mis propias palabras, con otro sonido.
EL DIRECTOR. ¡No se preocupe por eso! Ya nos encargaremos nosotros de dar con el tono
adecuado. Y si es por el nombre, si usted quiere «Amalia», será entonces Amalia, o
buscaremos otro. Por ahora designaremos a los personajes de esta manera (al ACTOR
JOVEN): usted, el Hijo; (a la PRIMERA ACTRIZ) usted, la señorita. La Hijastra, se supone.
LA HIJASTRA. (Risueña.) ¿Qué cosa? ¿Yo, ésa? (Estallará en risas.)
EL DIRECTOR. (Furibundo.) ¿Qué le da tanta risa?
LA PRIMERA ACTRIZ. (Indignada.) ¡Ninguna ha osado jamás reírse de mí! ¡O se me respeta o
me voy!
LA HIJASTRA. No me interprete mal. No me río de usted.
EL DIRECTOR. (A la HIJASTRA) Tendría que sentirse honrada por ser representada por...
LA PRIMERA ACTRIZ. (Rápida, con desdén.) «¡Ésa!»
LA HIJASTRA. Pero si no lo decía por usted, créame. Lo decía por mí, que no me reconozco
en usted. No lo sé, es que... ¡no se parece a mí en nada!
EL PADRE. ¡Eso es! Mire, señor. Nuestra expresión...
EL DIRECTOR. ¿Pero qué expresión? ¿Creen tenerla ya en ustedes? ¡En absoluto!
EL PADRE. ¿Cómo? ¿No tenemos expresión propia?
EL DIRECTOR. ¡En absoluto! Su expresión se convierte en materia aquí, gracias a que le dan
cuerpo y figura, voz y gesto los actores, quienes —por su destreza— han sabido expresar materias más altas incluso. Por más que sea pequeña su expresión, se sostendrá en la escena,
créame, gracias al mérito exclusivo de mis actores.
EL PADRE. No me atrevo a contradecirlo, señor. Pero de verdad que es indignante para
nosotros que se nos vea así, con estos cuerpos y figuras...
EL DIRECTOR. (Cortándolo, impaciente.) Eso se corrige con maquillaje, estimado amigo, con
maquillaje, en lo que toca a la figura.
EL PADRE. Sí, pero la voz y el gesto...
EL DIRECTOR. ¡Seré sincero! ¡Usted, tal como es, imposible! ¡Aquí tenemos al actor que lo
representa y punto!

En la introducción a su ensayo sobre el humorismo. Pirandello hace una introducción sobre el significado primitivo de la la palabra humor en la cual sugiere que el humor es una especie de sustancia dadora de vida que debe mantenerse en un cierto equilibrio. No es el mero hecho de hacer reír mediante una morisqueta como haría un vulgar comediante, es drenar las fallas humanas por medio de la contradicción cómica.

De acuerdo al prólogo de Francisco Nieva, en "Seis personajes en busca de un autor", Pirandello propone que la realidad verdadera es la realidad del teatro, ya que este representa una forma ficticia y sincera de la realidad. Es una obra que exige una flexibilidad expresiva por parte de los actores que sea capaz de exponer al expectador ante esta -verdadera-  realidad de la forma más pura.

En esencia el teatro de Pirandello no es una colección de simbolismos, ya que esto supondría darle carácter de fábula a un drama auténtico; únicamente parte de la humilde premisa de que nada es lo que parece, y que quizás lo que está al revés es la sociedad

De acuerdo a las palabras de Pirandello en el prefacio de la pieza: "La sátira radica en el hecho de que mis personajes se desesperan por desautorizarse en el papel que tiene cada uno en su drama, mientras yo los presento como personajes de una comedia distinta, que ellos no saben ni sospechan, de manera que su agitación pasional, propia de los procedimientos románticos, está tratada humorísticamente, montada en el vacío"

Bibliografía 
"Las ideas de "El Qujote" en las ideas estéticas de Luigi Pirandello. Cristina Carrasco. 2006

"El humorismo". Luigi Pirandello, 1921
Prólogo de Francisco Nieva para "Seis personajes en busca de un autor"
Prefacio a "Seis personajes en busca de un autor"

viernes, 9 de enero de 2015

Relación Bertolt Brencht y Artaud con "Luces de Bohemia"



     "Luces de Bohemia"  es una obra realizada por Ramón del Valle-Inclán (1886-1936) que se contextualiza en una España que se destacaba por un sistema de Restauración Borbónica (1875-1923), con una soberanía encontrada en la Corona y las Cortes. El mandato se alternaba entre los liberales y los conservadores, lo cual, en un tiempo próximo hizo aparecer la corrupción en el sistema parlamentario, haciendo presencia el robo de votos, entre otras faltas, por lo que llevó a muchos ilustres e intelectuales (como era en la obra el caso del protagonista "Max Estrella", un reconocido poeta y escritor) a ser antiparlamentaristas.
     En la obra se destacan, contextualmente, dos problemas:

  1. 1.     La crisis social que había, lo que llevó a cabo una lucha social por la insatisfacción de los trabajadores por sus salarios y los beneficios de los empresarios,  junto al aumento de la inflación,  lo cual provocó a la clase obrera a luchar,  por medio de la violencia, por sus reivindicaciones. Cabe destacar que en 1921, con la ley de fugas aprobada, permitió a las fuerzas del orden fusilar a cualquier preso con  la excusa del intento de fuga. 


     Esto podría relacionarse con Bertolt Brencht (1898-1956), dramaturgo y poeta alemán muy influyente en el siglo XX ya que el mismo buscaba objetivos políticos en sus obras con base a sus inclinaciones e ideales de izquierda/marxistas. En uno de sus éxitos teatrales  “La ópera de los tres centavos" critica el orden burgués representándolo como una sociedad de delincuentes, prostitutas, vividores y mendigos. Buscaba así concientizar a los espectadores y hacerlos pensar. En otra de sus obras "El alma buena de Szechwan" (1938-40) toca el dilema de cómo ser virtuoso y sobrevivir al mismo tiempo en un mundo capitalista. 
     Igualmente, encontramos una segunda relación con el poeta, dramaturgo, novelista y director escénico francés,  Antonin Artaud (1948) en la Analogía entre en teatro y la Peste, en el prólogo de El Teatro y su doble, refleja la gratitud que tiene la peste  cuando los burgueses roban, matan huyendo, corriendo angustiados.
  1. 2.     Un segundo problema que se proyecta en la obra es el conflicto religioso al aumentar las denuncias de los sectores progresistas sobre el dominio que la iglesia ejercía sobre la enseñanza y por el aumento significativo del número de religiosos. Se menciona en la obra la importancia que debe tener la religión en la sociedad en la formación de la misma, en mantener la fe y que no todo el poder se unifique en un sistema de gobierno, utilizando como ejemplo a seguir Inglaterra para la época.


       Con este conflicto también  sale a relucir la relación que puede tener la obra con Artaud, ya que desde muy joven, el catolicismo influía en la vida de él y sus obras. Debido a su deficiente salud mental y ataques nerviosos, lo hace oscilar entre el ateísmo declarado y la devoción excesiva; sin embargo era una persona extremadamente devota. Esto puntualiza, nuevamente, la importancia que debía tener la religión en la formación de la sociedad.

Musicalización | Luces de Bohemia

Obra:





Etapa modernista. Valle-Inclán comienza su carrera literaria bajo la influencia del modernismo de Rubén Darío y de los movimientos estéticos franceses del siglo XIX. Durante esta etapa se refleja en sus escritos una visión nostálgica de la vida y del amor, una visión imposible -utópica- preburguesa; personajes que mueren por amor y héroes. Escogimos la escena octava puesto que refleja un retroceso nostálgico de Max hacia la vida bohemia.


Tema de fondo (a partir de minuto 1:01:00 de la obra):


Etapa intermedia (evolución del estilo). Aquí inició la búsqueda de un estilo más personal. Se empezó a acercar a la Generación del 98 ya que aumentó en sus obras la crítica de la sociedad y ya no se dedicaba tanto a la forma. Abundan ahora en su obra los personajes violentos, frenéticos, fanáticos y escenas más sangrientas.La escena escogida es la tercera puesto que es una escena política, hay una crítica hacia el fanatismo religioso.

Tema de fondo (a partir de minuto 11:46 de la obra):



Etapa del Esperpento. Esta es quizás la etapa más original y por eso la más propia y personal de Valle-Inclán. Se caracteriza por la deformación expresionista de la realidad; se ven personajes deshumanizados, convertidos en fantoches de humanidad distorsionada y utiliza para describirlos un lenguaje áspero, duro e incluso obsceno. La escena a la que hace referencia es a la escena XIII en la parte en que está Claudinita llorando, junto con los modernistas admiradores de Max. Don Latino aparece allí borracho y Claudinita pide que se lo lleven.

Tema de fondo (a partir de minuto 1:50:00 de la obra):


Vida y obra de Ramón María del Valle Inclán


Ramón María del Valle Inclán (1866-1936) nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra) y murió en Santiago de Compostela al comenzar la guerra civil. Su verdadero nombre era Ramón María de Valle Peña. Estuvo en México en su juventud como soldado y periodista.
Tras iniciar sus estudios universitarios de Derecho en Santiago de Compostela, decidió dedicarse a la literatura y abandonó la carrera para marcharse a Madrid en 1890, donde tomó contacto con los poetas modernistas y entabló amistad con Rubén Darío. En Madrid se distinguió por su extravagancia en el vestir, sus grandes gafas, largas melenas y prolongadas barbas de profeta. Su atuendo físico le valió el calificativo de “la mejor máscara a pie que cruzaba la calle Alcalá”.

Sus gestos desmesurados, su exagerada imaginación y su terrible mordacidad le dieron la fama de hombre novelesco y extravagante. Se erigió en la figura típica de la bohemia madrileña de primeros del siglo XX. Un rasgo de su carácter fue su gran afán de fama y de gloria, que le llevó a presentar acontecimientos de la vida diaria de una forma tan extraordinaria que parecían historias fantásticas.

Buena parte de su tiempo lo pasaba en las tertulias literarias de los cafés madrileños. Dos tertulias se habían formado entonces en Madrid: una presidida por Jacinto Benavente y Valle-Inclán y la otra por Pío Baroja y Azorín, polarizándose así las dos corrientes literarias del modernismo y de la generación del 98.

Por su carácter riguroso y vehemente se hizo incómodo durante los años de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, al que convirtió en blanco de todo tipo de burlas, por lo que fue detenido en 1929. Son numerosas las anécdotas sobre sus respuestas y salidas de tono en tertulias y discusiones.

En sus últimos años, comienza a rehumanizar su obra y el triunfo de la Segunda República en 1931 le dio un respiro desde el punto de vista político. Así fue nombrado en 1931 Conservador General del Patrimonio Artístico y después director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma, cargo que desempeñó hasta 1934. Se retiró por motivos de salud a Santiago de Compostela hasta su fallecimiento en 1936.

Su obra, que había comenzado en la estela modernista de Rubén Darío, fue evolucionando hacia una estética de deformación de lo bello y sensual mediante la técnica del esperpento como método para distorsionar de forma extrema la realidad y mostrar el absurdo de toda realidad social. Con la técnica del esperpento, Valle-Inclán logra darnos un retrato moral de una sociedad deformada por la hipocresía, en la que los valores defendidos por las clases conservadores sólo encubren una brutalidad primitiva y la formulación de la técnica del esperpento apareció en la primera edición de Luces de Bohemia (1920) y supuso la asunción declarada de la deformación como medio expresivo, algo que Valle llevaba practicando desde hacía varios años.

Valle comienza siendo uno de los mayores artistas modernistas, pero supera pronto esta primera etapa para crear un nuevo estilo literario que le permitiera ver la tragedia de la vida de forma más humorística y grotesca.

Estilo modernista de la primera época:

Estilo modernista puro, preocupación formal, arte por el arte, color y musicalidad. Prosa refinada y preciosista, de gran musicalidad. Crea un mundo decadente, señorial y arcaico, donde el recuerdo nostálgico ocupa un lugar primordial. Es el estilo de sus poesías Aromas de leyenda (1907) y el de sus cuatro Sonatas (1902-1905).

Estilo de la segunda época:

Valle empieza a apartarse del modernismo y sus temas y estilo se parecen cada vez más a los de la generación del 98. Deja las formas decorativas modernistas, la melancolía decadente y la nostalgia, pasando a un humor desgarrado con colorido chillón. Ahora Valle ve la aburguesada aristocracia del XIX con picaresca mirada. Para satirizar de forma caricaturesca y desgarrada la realidad nacional, crea un nuevo estilo que culmina en su creación personal: el esperpento.

La técnica del esperpento

Según el Diccionario de la Real Academia (DRAE):
«esperpento (de origen incierto): Hecho grotesco o desatinado. Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán, escritor español de la generación del 98, en el que se deforma la realidad, recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado. Persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza.» [DRAE]

El esperpento como técnica literaria se caracteriza por buscar una deformación sistemática de la realidad, intensificando sus rasgos grotescos y absurdos, y por una degradación de los valores literarios consagrados.

En Luces de Bohemia, Valle-Inclán compara la estética del esperpento con el efecto deformador de la imagen que producen los espejos cóncavos del Callejón del Gato en Madrid.

Valle describe tres formas de enfrentarse a los propios personajes:
a)  desde abajo, mirándolos como héroes sobrehumanos como en la tragedia griega;
b)  de frente, mirando a los personajes como a semejantes al modo de la novela del siglo XIX o de los obras dramáticas de Shakespeare;
c)  desde arriba, desde la perspectiva del titiritero que mira a sus muñecos, mirada que para Valle era la más española, era la mirada de Cervantes sobre Don Quijote, la de Quevedo sobre el Buscón y la de Goya en sus Disparates.

Luces de Bohemia (1920) fue la primera obra que Valle-Inclán calificó de esperpento. A esta obra seguirán Los cuernos de Don Friolera (1921), Las Galas del Difunto (de 1926, titulada El Terno del difunto en su primera edición) y La Hija del Capitán (1927), que fueron publicadas de nuevo juntas en 1930 bajo el título de Martes de Carnaval.

Según Valle-Inclán: “Los héroes clásicos reflejados en espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada. España es una deformación grotesca de la civilización europea. Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas, pero la deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Trasformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas, tal es mi estética actual. Deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.”

El esperpento no es tanto un nuevo género literario como de un nuevo criterio estético: la única forma de presentar una realidad es distorsionándola sistemáticamente para mostrar sus aspectos más grotescos y absurdos, obligando así al espectador a adoptar una nueva postura ante el mundo que le rodea. Es la distorsión de la imagen que produce un espejo cóncavo.

Los personajes de la serie esperpéntica son gentes marginadas, oscuras, deformes, que poseen, sin embargo, la lucidez del bufón.

El esperpento está en el centro entre dos extremos: la tragedia y el disparate.


La obra de Valle-Inclán

Su producción literaria es muy amplia y compleja, porque si bien tocó casi todos los géneros, nunca se ciñó a sus normas, y rechazó la novela y el teatro tradicionales. Estéticamente siguió dos líneas: una, poética y estilizada, influida por el simbolismo y el decadentismo, que lo inscribió entre los modernistas; la otra es la del esperpento (que predominó en la segunda mitad de su obra), con una visión amarga y distorsionada de la realidad, que lo convierte, en palabras de Pedro Salinas, en "hijo pródigo del 98".

Entre 1902 y 1905, publicó las Sonatas, su primera gran obra de narrativa y la mayor aportación española al modernismo. La unidad de estas cuatro novelas recae en el personaje del Marqués de Bradomín, una irónica recreación de la figura de don Juan, convertido en "feo, católico y sentimental". En Flor de santidad (1904), que sigue en la misma línea estética, aparece por primera vez un tema en el que abundó a lo largo de su carrera: la recreación mítica de una Galicia rural, arcaica y legendaria.

En sus tres novelas de la guerra carlista, Los cruzados de la causa (1908), El resplandor de la hoguera (1909) y Gerifaltes de antaño (1909), su estilo se simplificó al despojarse de los adornos modernistas. Por su profundización en los sentimientos individuales y colectivos, la trilogía anticipó sus mejores obras posteriores. Tirano Banderas (1926) es su novela más innovadora y se puede considerar como el primer exponente del esperpento valleinclanesco. Su argumento es la crónica de un dictador hispanoamericano, analizado como la fatal herencia que España transmitió a América. No hay linealidad temporal, sino una serie de cuadros que dan una visión simultánea de los acontecimientos que acaecen en tres días.

Su obra narrativa se completó con El ruedo ibérico, un ciclo novelesco cuyo objetivo era abarcar, en forma de novela, la historia de España desde la caída de Isabel II hasta la ascensión al trono de Alfonso XII. La muerte truncó este ambicioso proyecto, del que sólo vieron la luz La corte de los milagros (1927), Viva mi dueño (1928) y la incompleta Baza de espadas (1932). También aquí rompió la sucesión temporal y la narración se asentó en cuadros, a veces muy breves, discontinuos e independientes, cuya única conexión es el contexto histórico. El lenguaje, proveniente del mundo de los toros y el teatro, con diversos registros idiomáticos que van desde lo refinado a lo chabacano, acentuó lo grotesco de la realidad que describió.

El teatro

La obra dramática de Valle-Inclán es probablemente la más original y revolucionaria de todo el teatro español del siglo XX, al romper las convenciones del género. En palabras de su autor: "Yo escribo en forma escénica, dialogada, casi siempre. Pero no me preocupa que las obras puedan ser o no representadas más adelante. Escribo de esta manera porque me gusta mucho, porque me parece que es la forma literaria mejor, más serena y más impasible de conducir la acción". Se inició con Cenizas (1899) y El marqués de Bradomín (1906), adaptaciones de dos de sus relatos. Todavía inscritas en el estilo decimonónico teatral, manifestaron sin embargo rasgos muy personales, como el gusto por el tema de la muerte, el pecado y la mujer, y la importancia de lo plástico en las acotaciones escénicas.


Las Comedias bárbaras, una trilogía compuesta por Águila de Blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922), constituyeron la primera gran realización dramática valleinclanesca. En abierta ruptura con el teatro de la época tienen como tema una Galicia feudal y mágica cuyo desmoronamiento se simbolizó en la degeneración del linaje de los Montenegro. Retomó la mítica gallega con El embrujado (1913) y Divinas palabras (1920), y utilizó como protagonistas a personajes populares y marginados. Sus obras más abiertamente modernistas son Cuento de abril (1909), Voces de gesta (1912) y La marquesa Rosalinda (1913), aunque en ellas hay elementos que presagian el cambio de su teatro, como la visión irónica y casi esperpéntica de una España ruda y provinciana que contrasta con la cosmopolita y refinada Francia.

Valle-Inclán dio el nombre de esperpentos a cuatro obras: Luces de bohemia (1920), Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927), estas tres últimas agrupadas en el volumen Martes de carnaval (1930). El autor puso en boca del protagonista de Luces de bohemia, Max Estrella, la explicación a la necesidad de crear un nuevo género escénico: la tragedia clásica no podía reflejar la realidad española, porque ésta se había convertido en "una deformación grotesca de la civilización europea". El esperpento fue, pues, para Valle-Inclán una moderna concepción de la tragedia.


jueves, 8 de enero de 2015

Luces de bohemia (palabra y tono)



Para dar con la dirección expresiva de la pieza, debemos tomar en cuenta tres conceptos fundamentales: el de bagatela, el de esperpento y el de luz y sombra:
En la escena séptima de la obra, el director del diario "El Popular" declara lo siguiente
DON FILIBERTO.- Espere usted que ¡Ni siquiera pueden ustedes hablar en serio! Hay alguno de ustedes, de los que ustedes llaman maestros, que se atreve a gritar "¡viva la bagatela?".¡Y eso no en el café, no en la tertulia de amigos, sino en la tribuna de la Docta Casa!¡Y eso no puede ser, caballeros! Ustedes no creen en nada: Son iconoclastas y son cínicos. Afortunadamente hay una juventud que no son ustedes, una juventud estudiosa, una juventud preocupada, una juventud llena de civismo.
Pablo Cabañas en su ensayo denominado "¡Viva la bagatela! (examen de una expresión noventayochista)" Expone estos puntos principales que asoman el posible significado de dicha expresión comparando las diferentes obras y los distintos contextos en los que ha aparecido esta frase.
En primer lugar habla de una época en la que ocurre un hito de cambio en el que se pasa de emplear un lenguaje funcional dedicado únicamente a una narrativa con fines educativos a usar un lenguaje que es sello personal del autor. Sin embargo este lenguaje individualista además es un reflejo de un lenguaje de tópicos comunes que, asentados en el fondo del relato, revelan el meollo del asunto.
En esta época, la literatura comienza a tener una finalidad de entretenimiento; es la época del "arte por el arte". El arte por el arte es una corriente de fines de siglo XIX y principios del XX que defiende la estética idealista por encima de la estética realista; es decir: rechaza el espíritu ideológico del arte —El jardín de los cerezos— puesto que, valiéndose de la filosofía kantiana, lo estético es desinteresado por lo práctico.
Por esto el "arte por el arte" es servidor únicamente del goce estético y su autor es totalmente desentendido de los intereses colectivos; en otras palabras es un arte meramente individualista que, en el fondo, esconde una respuesta reactiva al arte realista propio de la Revolución Bolchevique."¡Viva la bagatela!" de algún modo encierra eso: el enaltecimiento por medio del arte de lo que tradicionalmente se ha calificado como una burda baratija; tal como "La fuente" de Marcel Duchamp, que declara que "Todo lo que un artista denomine arte, es arte".
La palabra esperpento es una definición aparecida en el mundo del teatro a principios de siglo XX, para explicar una deformación grotesca del drama al punto tal que lleva al acabose. El protagonista del esperpento, en lugar de enaltecerse con el resultado de sus acciones, se ve hundido en una enajenación profunda que lo reduce al mínimo.
Obras como la de Valle-Inclán son un espectáculo inquietante, pero cómico que representa la miseria de España en la máxima expresión de su cotidianidad (cosa que es evidente en la representación realista de la forma de hablar de cada personaje). Valle-Inclán nos muestra una sociedad con el aspecto de una manzana roja y brillante, pero que está podrida por dentro. 
Esta y otras obras de la época plasman la realidad como un espejo cóncavo, un espejo que desfigura y fragmenta las formas de forma tal que la realidad se refleja como una caricatura monstruosa. No existe escapatoria ante la deformación de esta imagen.
Para producir el concepto estético de la obra, nos hemos centrado en la propuesta de dos movimientos fundamentales en la pintura de la época junto con los cuadros que hemos tomado como ejemplo del manejo de luces y sombras: del impresionismo tomamos a Monet con el cuadro "San Giorgio Maggiore durante el crepúsculo", en el cual una torre de la catedral se yergue en contraluz junto con el expresionismo donde tomamos como ejemplo a Van Gogh con sus "Campos de trigo", donde además de tomar el contraste del trigo apacible con el cielo alborotado, también tomamos en cuenta la pincelada violenta de este cuadro para aludir al esperpento.
Es importante tomar en cuenta un concepto más antiguo, que es el de claroscuro: es una técnica propia del dibujo y la pintura nacido durante el Renacimiento y que se traslada a movimientos posteriores; consiste en emplear juegos de  luces y sombras intensas sobre la pieza para brindarle mayor expresividad. Esta técnica plástica fue trasladada al cine clásico con la corriente del expresionismo, que pretendía captar la esencia de la realidad fielmente a la interpretación del autor sin querer asociarse a una realidad fría. Tomaremos como ejemplo el filme "Nosferatu" dirigida por  Friedrich Wilhelm Murnau.
En el filme el contraste de luces y sombras es evidente cada vez que la figura de Nosferatu se yergue en la pantalla. Además se utiliza un simple juego de filtros de colores primario: amarillo para los momentos calmos y familiares, azul para momentos de tensión y rojo para el cielo ensangrentado.

En la pieza ocurren fenómenos más o menos similares a todo lo mencionado anteriormente. Progresivamente la escena asa del crepúsculo a una oscuridad mayor; hasta que no quedan más que las velas del velorio de Máximo Estrella y la luz mortecina de la taberna. En esta pieza, el móvil que arrastra al esperpento es el juego de luces.
Pero no es meramente una luz plástica. Esta pieza también propone una especie de "iluminación moral" que constantemente hace guiños a Nietszche. Se hace referencia directa a una Europa de valores obsoletos y socavados que deben ser restaurados en aras de progreso; se hace referencia a una sociedad nihilista a la que —tal como lo aclama Máximo Estrella— le urge la necesidad de resucitar a Dios. Paradógicamente, el ciego es el único que puede ver, y es esto la razón de su caída en desgracia